Itoh

Visitar Itoh by Nobu fue una de las mejores decisiones del viaje. Fuimos con la idea de probar auténtico Kobe beef. La experiencia fue, simplemente, inolvidable.

Desde el primer momento, el lugar te atrapa: el restaurante es elegante pero sin excesos, con un ambiente cálido y refinado. La joya es la barra teppanyaki, donde el chef cocina justo delante de ti, con una precisión y una calma hipnótica. Ver cómo manipula cada ingrediente con tanta técnica y respeto por el producto es casi un espectáculo zen.

El menú degustación fue un recorrido impecable por sabores equilibrados, texturas sorprendentes y una presentación de diez. 

El servicio fue atento y el ritmo de los platos estuvo perfectamente medido. 

En definitiva, Itoh by Nobu es una parada obligatoria en Kioto para los amantes de la buena cocina. Combina técnica, producto y experiencia en un entorno espectacular. No es solo una cena, es una vivencia gastronómica completa que te deja con una sonrisa y ganas de volver.

- Conjunto: 5/5
- Precio/ calidad: 4,5/5
- Calidad/ producto: 5/5
- Lugar/ decoración: 5/5
- Servicio: 5/5

🍝 Pasta con cangrejo. El sabor del cangrejo se integraba perfectamente en la salsa, y la textura estaba en su punto. Literalmente, para rebañar el plato.


🍣 Bonito marinado: un comienzo espectacular. Tiernísimo, con un sabor profundo, un toque cítrico y ese punto de umami que te prepara para lo que viene.


🐟 Salmón: uno de los mejores que he probado en mi vida. Jugoso, perfectamente sellado por fuera y mantecoso por dentro. Cada bocado era puro placer.



 🥔 Sopa de patata: puede parecer algo simple, pero fue una revelación. Sedosa, delicada, con una untuosidad perfecta y un fondo de sabor que la hacía adictiva.


  🥗 Ensalada: fresca, equilibrada y con una vinagreta ligera que realzaba cada ingrediente. Un intermedio ideal antes de los platos fuertes.


Un sake impresionante.


🥩 Los tres cortes de Kobe: el momento cumbre del menú. Verlos cocinar sobre la plancha fue casi hipnótico. Cada corte tenía su propio carácter: uno más magro, otro intermedio y otro con un veteado de grasa espectacular. El sabor y la textura son difíciles de describir —se derrite en la boca, literalmente. Es lujo puro, pero sin artificios.








Postre: el broche final perfecto. Dulce en su justa medida, elegante y con un contraste de sabores que cerró la cena de forma impecable. 



Fotos del lugar:















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