La recoleta

La Recaleta no es un chiringuito de playa. Y eso es lo primero que hay que tener claro. Aquí no vienes a tomarte un espeto improvisado con los pies en la arena (que también tiene su momento). Aquí vienes a disfrutar de cocina marinera con buen producto, elaboraciones cuidadas y ese sello reconocible del grupo La Milla.

Ubicado frente al mar, en la playa de El Palo, el local es amplio, bonito, bien decorado, con una terraza exterior muy agradable y un interior con grandes ventanales. Perfecto para esas noches de verano o comidas a la brisa (si no aprieta demasiado el calor). El ambiente acompaña y el servicio es atento, profesional, aunque aún están en proceso de rodaje.

La carta es cambiante, basada en el producto fresco y de temporada. Muy centrada en el mar y con propuestas que, aunque pueden recordar a La Milla de Marbella, tienen su propia personalidad.

La Recaleta es un restaurante de playa con ambición, buen producto, y muchas ganas de hacer las cosas bien. Si siguen afinando detalles en cocina y sala, puede convertirse en un referente gastronómico en Málaga Este. Una opción perfecta para quienes quieren comer bien, junto al mar, sin renunciar a una cocina más elaborada.  

El vino que pedimos nos gustó mucho, pero la carta de vinos aún pide un poco más de variedad, frescura y “chispa” para estar a la altura del resto de la propuesta.

- Conjunto: 4/5 
- Precio/ calidad: 4/5 
- Calidad/ producto: 4/5 
- Lugar/ decoración: 4,5/5
 - Servicio: 4/5 


Ensaladilla rusa con quisquilla: muy buena. Cremosa, equilibrada, con ese toque final de la quisquilla que le da un plus.


Tartar de quisquilla con mantequilla: el producto es una locura. Lo único, la mantequilla debería estar más atemperada para untarla bien en la tosta. Pero el conjunto es top.


Fritura de dorada: uno de sus platos más interesantes. Te sirven la dorada frita entera para que la montes tipo saam, con una salsa tártara y una BBQ de pescado. Crujiente, jugosa y sabrosa. Muy original.




La Gilda: una combinación atrevida de steak tartar con una gilda encima. Estaba bueno, pero la intensidad de la gilda se comía un poco al steak. Aún así, interesante.


Brioche de tartar de atún y chocolate blanco: aquí hay potencial. El atún era de diez y la idea es buena, pero el chocolate blanco dominaba demasiado y el tartar se perdía un poco.


Huevos rotos con gambas rojas: una versión marinera del clásico. Rico, sin más.


Ostras asadas con ajo: espectaculares. Un plato que repetiría sin pensarlo.


El que nos acompañó. 

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