La piperna

La Piperna no es solo un restaurante italiano más en Madrid; es una verdadera joya escondida por la zona de Cuzco donde la autenticidad, la pasión por el producto y el respeto por la tradición se sienten en cada plato. Desde que entras, sabes que estás en un sitio especial. El ambiente es íntimo y acogedor, sin pretensiones, pero con ese aire familiar que solo los grandes restaurantes italianos saben transmitir. Lo primero que llama la atención es su carta reducida, pero esto lejos de ser una limitación, es una de sus mayores virtudes: aquí se cocina con lo que ofrece la temporada y lo mejor del mercado, y eso se nota. Muchos de los platos no están ni siquiera en la carta, lo que convierte cada visita en una experiencia distinta. El chef elige los productos del día y los transforma en auténticas obras maestras de sabor. Este enfoque hace que comer en La Piperna sea como comer en casa de un amigo italiano que es, casualmente, un chef excepcional. Y si eres amante del vino, este restaurante te va a enamorar. El dueño es un verdadero apasionado del mundo vinícola y ha conseguido armar una carta de vinos italiana impresionante, con referencias muy cuidadas y difíciles de encontrar. Aquí, pedir vino no es una opción, es parte fundamental de la experiencia. Déjate recomendar, porque acertarán seguro. Pasta con quisquilla (fuera de carta) Un plato que roza la perfección. La pasta estaba en su punto justo, perfectamente integrada con unas quisquillas fresquísimas que le daban un sabor marino delicado pero profundo. Ligero y elegante, sin perder intensidad. Una muestra clara de que cuando el producto es bueno, no hace falta disfrazarlo. Tortelloni caseros de ricota con pesto al mortero y salsa de tomate horneado Probablemente uno de los mejores platos de pasta fresca que hemos probado. La ricota del relleno era cremosa y suave, equilibrada por la intensidad aromática del pesto hecho al mortero, que mantenía la textura y el frescor del albahaca. El toque del tomate horneado le daba una acidez dulce que redondeaba el plato de forma magistral. Pasta de ave y conejo (fuera de carta) Un plato sorprendente y reconfortante. El conejo y el ave estaban desmenuzados y cocinados con una salsa que tenía ese sabor profundo de guiso lento, casero, de los de toda la vida. Sabores intensos pero bien equilibrados, con una pasta que lo absorbía todo de maravilla. De esos platos que te hacen cerrar los ojos para saborearlo mejor. Entrantes de la noche. Paccheri al ragù napolitano Un clásico italiano ejecutado con maestría. El ragù tenía cuerpo, sabor, y ese punto de cocción lenta que solo se consigue con tiempo y cariño. Los paccheri eran el lienzo perfecto para esa salsa densa y sabrosa. Un diez rotundo. Pasta de jabalí (fuera de carta) El plato estrella de la noche. Con un sabor profundo, salvaje pero elegante, esta pasta tenía la intensidad del jabalí bien trabajado, con un guiso que no empalagaba sino que te pedía seguir comiendo. La mejor definición de “para chuparse los dedos”. Difícil decidir si fue el mejor plato de todos, pero sin duda compite en el podio. Tiramisú Clásico, bien ejecutado, con un equilibrio perfecto entre el café, el mascarpone y el toque de cacao. Ni demasiado dulce, ni empalagoso. Simplemente perfecto. Cannoli siciliano Crujiente por fuera, cremoso por dentro. El relleno era delicado y bien perfumado con cítricos, como debe ser. Un postre que te transporta directamente a Sicilia. Pedimos este Emidio Pepe para el recuerdo.

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